Palabras que viajan, palabras que escriben puentes

Mi musa necesita viajar


Si bien es cierto que los escritores podemos viajar sólo con el papel y un lápiz (o un teclado en su defecto), los viajes nos ayudan a renovar experiencias, a conocer nuevos lugares y personas.


La propuesta es escribir desde un lugar totalmente inspirado y creativo, contar a otros viajeros sobre la vista, las vivencias, los sabores y todo aquello que provoque los sentidos.




Si tenés un emprendimiento turístico o conocés a alguien te invitó a conocer una propuesta diferente.


Podés conocer más sobre mi trabajo literario visitando mi página en Facebook, podés recorrer mi página web o podés visitar los diferentes blogs, aquí en blogger. 



Podemos armar juntos una propuesta de diseño de contenidos y redacción de textos que se adapte a tus necesidades y a tu emprendimiento turístico.  Pueden ser textos para tu página web, para las redes sociales e incluso comparto la información en mis blogs y páginas.



Si el lugar tiene mucha magia, seguramente terminaré escribiendo algún cuento para que sus personales se queden disfrutando por mi.



Si tenés preguntas o querés conocer más sobre las condiciones de trabajo y disponibilidad, podés enviarme un email.



Te espero



Susannah



Malargüe

Creo que el lugar interno desde donde realizamos un viaje determina la mirada que posaremos en cada paisaje y las experiencias que viviremos en ese lugar.

Viajé por primera vez a Malargüe en enero de 2002.  Estaba viviendo en San Rafael, Mendoza, había dejado que mis hijos adolescentes se fueran con su papá a vivir a San Juan y la pena era tan grande que nada parecía bueno en mi vida.

Preparé una mochila, un par musculosas, zapatillas, una carpeta con CVs para entregar en el observatorio Pierre Auger y el dinero justo para comer frugalmente.  Me alojé en el 'hotel' más barato del pueblo que olía a cerveza y habitaciones viejas.

Apenas el colectivo pasó por la zona del Chacay, los árboles me saludaron grandiosos y con una presencia imponente.  Los árboles, eso lo fue que siempre marcaría mis días, mis viajes y mis momentos, muchos árboles, frondosos, en diferentes tonos de verde y cortinas forestales por doquier.

Llegúe hasta donde podía caminando y me detuve en el árbol de meditación en el Parque del Ayer, un árbol tan anciano y tan enorme que cuando una mira hacia arriba parece que sus límites se pierden en el cielo.

Luego me llamaron varias a veces a traducir y con los meses me invitaron a dar clases para adultos en formato taller una vez a la semana.  Viajaba cada miércoles y ese era el día que siempre esperaba, encontrarme con el paisaje y con los árboles me daba paz.  Un buen día decidí que ese era un buen lugar para morir.


En el año 2003 me mudé, llegué con lo justo para sobrevivir un mes en un apart hotel, poniéndome como meta generar suficiente trabajo para poder alquilar, y así fue.

Viví en Malargüe 13 años con un intervalo de algunos meses que estuve en Cutral-Có, Neuquén.  Gracias a mi trabajo como traductora e intérprete y a mi labor como locutora en radios de Malargüe, viajé mucho por diferentes lugares y distritos de ese departamento al sur de Mendoza.

Me quedan aún varios lugares por conocer, pero como en muchos lugares cerca de la cordillera, las excursiones son caras para los habitantes locales y una excursión puede salir más cara que un pasaje a otra provincia lejana.

Lo bueno del pueblo (ciudad como ellos dicen), es que se pueden ver las montañas desde casi cualquier lugar, se puede ir caminando o en bicicleta a cualquier sitio.  Una de mis excursiones favoritas, era llegar en bicicleta hasta el puente del Río Malargüe, hacía el sur del aeropuerto, y disfrutar allí del aire y el sonido del agua entre las rocas.

Cualquier lugar está relativamente cerca y hay paisajes para disfrutar hacia donde se mire.


En agosto de 2015 decidí cerrar un ciclo y la brújula indicó el norte hacia mi provincia natal: San Juan, después de haber vivido más de 20 años en la provincia de Mendoza (en Godoy Cruz, San Rafael y Malargüe).

En marzo de este año (2018) me tocó viajar nuevamente a Malargüe para relizar un trámite, reservé un departamento pequeño en un complejo de cabañas que está justo frente a la terminal.  La ubicación de las cabañas es muy cómoda porque está cerca del centro, del reloj (punto de referencia para todos), cerca del supermercado y con una rotisería justo a la vuelta de la esquina.  A pesar de estar en el centro, dentro del complejo es un mundo aparte: un parque que invita a sentarse y disfrutar de la quietud.

Allí disfruté de horas de lectura en el otoño mendocino leyendo sobre Mandalas y Tarot.



Es tiempo de comenzar a cuidar el lugar desde donde inicio los viajes en mi corazón.  Es momento de disfrutar.

Susannah
En cada sitio dejo alguna hoja al descuido,
de cada sitio me traigo algún color
para mis poemas.

San Martín de Los Andes


Quiero comenzar este blog hablando sobre un lugar que me sorprendió de muchas maneras.  En el año 2013 había hecho un trabajo importante de traducción y me pareció oportuno regalarme mis primeras vacaciones.

No recuerdo cómo fue que elegí el lugar, sólo sé que después de algunas búsquedas por internet y algunos intercambios de correo, encontré una pequeña cabaña para alquilar bastante cerca del centro como para ir caminando cada día.

El lugar tiene la mezcla perfecta para conectarse con la naturaleza y con uno mismo: verde, madera, aire, agua, montaña, paisajes bellos, gente amable, helados y chocolates para tentarse y muchos rincones por descubrir.

No tenía mucho dinero para gastar, así es que mi visita guiada elegida fue en el Red Bus, que nos llevó por diferentes lugares, parando en sitios ideales para sacar fotos.


Me sorprendió la amabilidad, calidez y disponibilidad de la gente del lugar, pero por sobre todo me sorprendió la costumbre de los conductores de vehículos que se detienen en cualquier avenida o calle (incluso la ruta que ingresa a SMA) si hay un peatón listo para cruzar en la senda.

Todo el lugar parece sacado de un libro de cuentos.  Siempre tenía mi libreta conmigo, porque las musas se despertaban con el aire de las montañas y los aromas del lago.  Podía escribir en la cubierta de madera a la salida de las cabañas, en los senderos desde donde se divisa el lago o en la mesa de alguna chocolatería/heladería.


Creo que no disfruté todo lo que debería haber disfrutado, estaba demasiado ocupada en sentir lástima de mi misma por estar viajando sola (en nuestro país no hay ofertas turísticas para viajeros individuales), por no poder disfrutar con nadie y por haber tenido que pagar alojamiento en base doble cuando en realidad estaba yo sola.

Sin embargo, en esa soledad absoluta que descubrimos cuando todos a nuestro alrededor están acompañados, nació una de las primeras historias que luego formó parte de la Colección de Cuentos Terapéuticos: A Solas.

Aquel viaje fue en enero de 2014.  Han pasado más de 4 años y todo mi ser busca la manera de armas las valijas y encontrar un nuevo lugar donde descubrir experiencias nuevas y reencontrarme con mis musas.

Susannah
San Juan
Primavera que se siente como verano